m.a.g.
Esculturas de Julián Ortiz en su estudio

ART. JULIÁN ORTIZ

De pronto algo llama mi atención.

Algo me está hablando desde el silencio de la sala en la que me encuentro.

Avanzo solo por intuición, aunque conozco la sensación. No es la primera vez que una obra de arte me cautiva y me cuenta historias desde su posición aparentemente estática, seca, y silenciosa. ¿Cómo se pueden contar historias desde el silencio? Porque el lenguaje es otro.

Y aquí estoy yo frente a ese algo que es alguien. Un personaje. Una obra del artista Julián Ortiz.

Y ese encuentro con ese personaje que se inicia en esa sala llena de otras artes, me conduce al espacio de trabajo, al estudio del artista, poco tiempo después, para encontrarme, esta vez, con un personaje real, Julián, un creador, que me abre sus puertas y me deja mirar, tocar, y descubrir un mundo interesante y peculiar. Esculturas enormes, pequeñas, blancas, negras, de colores, acabadas y en proceso, esculpidas con diferentes materiales… semblantes, cuerpos…; y sus pinturas, también hablando y conviviendo en ese pequeño espacio. Un espacio de creación.

Valenciano de adopción, nacido en Jaén, descubre su vocación desde muy temprana edad, formándose después en anatomía artística, decoración y diseño, con una interesante trayectoria de exposiciones en ferias de arte contemporáneo nacionales e internacionales como el Salón Internacional D´Art Contemporain de Toulouse (Francia) en 2020 o el Contemporary Art Fair de Bourdeaux (Francia) en 2019 por citar las más recientes.

Retrato de Julián Ortiz

Julián es escultor y pintor, y en ambas disciplinas se reconocen sus intensos personajes, que quieren expresarse, que tienen cosas que decir “con la escultura me expreso mejor” nos dice, “La diferencia está en el contacto directo con los materiales. Cada material tiene su propia personalidad, como las personas. Según el tema que quiero representar selecciono el material adecuado. La diferencia para mi entre pintura y escultura es que de la escultura puedo decir que yo formo parte de ella” nos cuenta el artista.

Yo veo los diferentes materiales, los botes de pintura, pinceles, y los colores y le pregunto por ello, quiero saber. “mi color es el negro en la escultura y los colores los relaciono más con la pintura, aunque no siempre es necesariamente así. En la pintura, el dibujo es el primer paso para crear mi obra. Un boceto. Tengo pasión por los bocetos. Son rápidos. En ellos siempre gana el subconsciente que me sorprende a mí mismo. No me gusta pensarlos, simplemente me dejo llevar. Mis pinturas son fruto de lo bueno y de lo malo que pasa en este mundo de locos. Me gusta su inmediatez, la rapidez y su espontaneidad, como los bocetos, pero en un formato grande. El color, a veces, es un ejercicio, un experimento, un ensayo de mezclas” y mientras habla entre pinturas y esculturas, saca de una estantería enorme rollo con muchos de sus bocetos, que me muestra casi con rapidez, pequeñas joyas ocultas al espectador, a las que él le quita importancia.

Y sigo en ese viaje a través de esos personajes, y me voy de la pintura a las esculturas. Las toco suavemente, pidiéndoles permiso, preguntando, observando cuerpos mutilados, caras que gritan, que hablan, intensas, guerreras, a veces duras… ¿que intentan expresar? “Intento dar a esas caras un toque de ironía, para no llegar a lo macabro, que no me gusta. Mis personajes están desnudos, libres de símbolos y medallas. Si los miras por detrás no sabes si son hombres o mujeres, porque da lo mismo. A partir de este punto trabajo cualquier tema. La escultura la creo igual que un boceto o una pintura, de una forma rápida y espontánea. La comprimo al límite para sacar todo de ella, dejando solo la esencia. Cuando estoy creando, la escultura me habla y nos dejamos llevar. Sin condiciones. Esas caras que parecen guerreras y duras, si te detienes y las miras también veras ternura, asombro, temor…”

 

Su particular interpretación del cuerpo humano parece solo una excusa para mutilar a sus personajes, deformar con resultado extraordinario, y una forma de transmitir algo particular. Vemos seres sin brazos, desnudos, que gritan o hablan. ¿Una reivindicación? ¿Tan solo un juego? “creo que mi vida es un juego real” Y nos habla de la obra de Miguel Ángel,” non finito, no acabado. Con tan poco dice tanto…Creo que no es necesario que aparezcan todos sus miembros, al igual que en la pintura no es necesario el color para decir lo que quieres decir, sin vestiduras que camuflen su verdadera identidad.”

Y recorriendo su estudio nos encontramos con esas caras en sus pinturas en las que aquí lo que predomina es el negro, hechas con trazos rápidos, precisos, como si el rostro ya estuviese ahí y solo esperaba a Julián para poder mostrarse;  y  con esas esculturas esbeltas con perfectas imperfecciones. Una cara, un cuerpo infinito, movimiento, ausencia de algunos miembros que dan protagonismo a los que sí están. “Las esculturas no son estáticas, aunque les falten manos o pies, hablan con todo su cuerpo. Cada perspectiva tiene algo que contar. Nos producen sensaciones cambiantes. Siempre quiero decir algo, si no, el arte no tendría sentido, aunque a veces no lo entienda en el momento, es una emoción interior. Puede que sea un inconformista con todo lo que pasa y lo expreso así”

Y nos preguntamos a partir de estas vivencias con su arte, si hay alguna cosa que no haya hecho y con lo que le gustaría experimentar y nos dice que le gustaría “seguir experimentando con todo y con lo que ya he hecho, hacerlo mejor. Y lo que no, disfrutarlo sin barreras”

Julián Ortiz, un artista cuyos referentes fueron El Greco o Giacometti pero que cuyo deseo sería “mantener la capacidad creativa de un niño de tres años, sin barreras, solo con los conocimientos técnicos y de materiales” y cuya inspiración según sus propias palabras es “la vida”. Un artista al que merece la pena conocer para después reconocer. Un placer haberlo conocido y que se quede conmigo. Con nosotros. Un artista al que le gustaría retirarse “en un lugar donde haya paz y un pedacito de barro”

 

Words and photograpy: Jo García Garrido