m.a.g.

FILM-FASHION. LOEWE’S HOWL’S MOVING CASTLE

Howl no Ugoku Shiro

¿Cómo llega Loewe a hacer una colaboración con el estudio de animación japonés más importante del mundo, Estudio Ghibli? ¿Por qué Ghibli? ¿Por qué anime? ¿Por qué Japón? ¿Por qué ahora casi 20 años más tarde del estreno de la película? ¿Por qué El Castillo Ambulante? ¿Por qué 3 colecciones con 3 películas? ¿Por qué no más? ¿O menos? ¿O antes? ¿Por qué?

Son muchas preguntas que me hago y que no sé contestar. Pero como cineasta, curiosa y un poquito otaku, puedo aventurarme a teorizar al respecto. Ya que eso haría un protagonista Ghibli. Y un poquito de aventura nunca está de más.

Lo que más claro está de todo, es que estás tres colaboraciones entre Hayao Miyazaki y Jonathan Anderson, director creativo de Loewe, son una fantasía en muchísimos niveles.

Merchandising de calidad, de alta costura; piezas únicas, coleccionables, exclusivas. Fantasía.

Prendas y accesorios que encarnan trozos vivos de la película, trozos que puedes tocar; piezas sacadas de un cuento japonés, en tus manos. ¿Realidad virtual? Casi, ¿verdad? Fantasía.

Tiendas no solo repletas de dichas películas, sino además ambientadas dentro de ellas, con empapelados de preciosos cielos azules color fantasía y castillos ambulantes ante tus ojos. Y no solo en tiendas terrenales, sino que Loewe hizo realidad una de las fantasías de cualquier fan que se merezca, haciendo volar uno de esos castillos por el mismísimo cielo parisino. Ese vuelo tan recurrente en el cine Ghibli como dispositivo de aventura, como metáfora de la superación de las dificultades, de los límites fijados por las normas. Símbolo de libertad.

FANTASÍA.

Como yo diría: vaya puesta en escena.

Porque Ghibli es soñar, creer, volar… y es lo que LOEWE está logrando.

La verdad es que la palabra Fantasía, define con mucha precisión el universo Ghibli, un universo mágico que conquistó nuestros corazones de niños y adultos, pero que por la apuesta de Loewe, parece que los sigue conquistando.

Y cómo no conquistarnos. Con un Miyazaki de poética personalísima y a la vez tan universal. Con el uso de la magia tan particularmente integrada en contextos reales y reconocibles. Con sus colores, sus paisajes que son como sus películas: mezcla de realidad y sueño. Planos que son cartas de amor a la naturaleza; y a la necesidad del ser humano de estar en contacto con ella. Historias que alaban la artesanía pero que miran siempre al futuro; lo que Isaac Asimov definió como “nostalgia del futuro”.

Además dicho universo está plagado de símbolos, iconografía distinguible por cualquiera, de personajes, seres y elementos conocidos y reconocidos mundialmente. El perfecto cultivo para crear objetos de deseo para ser justo eso, conocidos y reconocidos. Perfecto marco para una campaña de moda.

Pero volviendo al inicio y las preguntas que me hacía, quisiera imaginar que todo nace con alguien, Jonathan Anderson u otro soñador, embelesado ante la pantalla viendo las animaciones Miyakianas, y pensando qué bonito sería plasmar y compartir esos sueños con el resto del mundo, y entonces usar su propia magia para darle una nueva vida en nuestro mundo contemporáneo.

Words: Alexandra Iglesias